martes, 29 de enero de 2013

En busca de setas


En busca de setas por los alrededores de Santa Ana.

Se suele decir que al final del verano o a principios del otoño, tras la primera tormenta generosa o las primeras lluvias otoñales que empapen bien la tierra, contando veintiún días, comienzan a salir las primeras setas de la temporada de otoño. Y si estas primeras humedades otoñales han venido acompañadas de temperaturas todavía cálidas, o al menos suaves, la temporada de setas se preverá fructífera.
El Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche es considerado por los micólogos como una de las zonas de Europa con mayor riqueza y variedad de hongos. Por extensión, podemos afirmar, sin temor a parecer exagerados, que el término de Santa Ana constituye un lugar privilegiado para la recolección de setas.
Si nos atrevemos a salir al monte en busca de setas hemos de tener presentes varias advertencias, unas por nuestra propia seguridad y otras por la preservación del entorno.
En cuanto a las advertencias referentes a nuestra propia seguridad, el consejo obvio para el profano es que no se aventure a comer seta alguna si no ha sido supervisada previamente por un entendido. No podemos dejarnos llevar por guías de campo o libros de bolsillo más que como orientación y nunca debemos arriesgarnos a comer seta alguna de cuya comestibilidad no estemos absolutamente seguros, y para ello nada mejor que la supervisión de la cesta por un experto setero. Una vez tengamos algo de práctica nos daremos cuenta de que hay setas que son muy difíciles de confundir y otras que, aunque sean más difíciles de determinar, no existen setas peligrosas con las que puedan confundirse.
En cuanto a los aspectos a tener en cuenta en aras a la protección de las setas y su preservación como parte fundamental del ecosistema del bosque hemos de seguir las siguientes pautas:
1.- Utilizar una cesta de mimbre, cañizo o similar para llevar las setas que recojamos, de manera que las esporas puedan ir cayendo al terreno y resembrarse.
2.- Debemos utilizar un cuchillo o navaja para cortar la seta por la base de su pie. No se deben arrancar.
3.- No se debe rastrillar el terreno, pues dañaríamos el micelio.
4.- Las setas que no conozcamos no las debemos coger, salvo que tengamos algún interés en su determinación, en cuyo caso bastará con que cojamos una de cada especie. Sólo deberíamos recolectar las que nos vayamos a comer.
5.- No debemos destruir las setas venenosas o tóxicas. Aunque no sean comestibles desempeñan un importante papel en la naturaleza, ya que muchas de ellas se asocian mediante relaciones de simbiosis con los árboles y arbustos del bosque.
Amanita muscaria
De entre las setas más apreciadas en la zona, destaca con ventaja la Amanita caesarea,  conocida localmente como tentullo o tontullo, si bien a sólo unos kilómetros se la llama tana, reservándose el apelativo de tentullo para los boletos. Es una bella seta de color naranja, con las láminas y el pie de color amarillo pálido, con volva y anillo. Sólo cabría la confusión con la Amanita muscaria, si bien esta tienes las láminas y el pie blancos, y su color suele ser más rojo, además de tener generalmente pequeñas escamas blancas en el sombrero. La Amanita ceasarea es una seta termófila, que por tanto desaparece con los primeros fríos, y que gusta de la compañía de castaños y alcornoques.
Amanita caesarea

Otra seta que crece profusamente a principios de otoño en nuestro término es el comúnmente denominado gallipierno, de nombre científico Macrolepiota procera. Es una seta grande, de hasta 30 cm de diámetro en el sombrero, de color blanquecino y con escamas. No existe gran riesgo de confusión, si bien para evitar errores fatales debemos desechar las que sean pequeñas, ya que existen especies parecidas a nuestro gallipierno pero de menor tamaño, del género Lepiota, extremadamente peligrosas.
Macrolepiota procera







Algunas de las setas más apreciadas por su sabor y textura se encuentran entre los boletos, ampliamente representados en nuestro área. Especialmente exquisitos son el Boletus edulis y el Boletus aereus, ambos presentes en torno a Santa Ana. Algo tranquilizador que debemos saber cuando recolectamos boletos (los cuales son fáciles de distinguir por sus poros en vez de láminas en su himenio) es que a excepción del Boletus satanas, fácilmente identificable por su sombrero semiesférico blanquecino y sus poros de un bello color rojo, no existen boletos realmente peligrosos.
Boletus edulis



Boletus aereus












Otra de las setas excelentes que podemos encontrar en un paseo otoñal en torno a Santa Ana es el pie azul, Lepista nuda. Más que azul su color es más bien violeta, pero es de muy difícil confusión. Es un hongo soprotrófico, que crece en terrenos ricos en materia orgánica, de la que se alimenta. Además suele crecer en grupos de varios ejemplares  distribuidos en algunos metros cuadrados.
Lepista nuda

Si paseamos por zonas de pinar o próximas a pinos podemos encontrar Lactarius deliciosus. Es el conocido níscalo, denominado localmente pinatel. Los pinateles tienen una tonalidad anaranjada cárnea, con líneas concéntricas, tienen láminas y un sombrero más o menos irregular. Se pueden confundir con otros lactarius muy parecidos, pero si al cortar su pie vemos que este tiene un corte de un intenso color naranja zanahoria podemos estar seguros de que se trata de un pinatel. Esta seta es algo más tardía que las anteriores de las que hemos hablado, fructificando generalmente en diciembre.



Lactarius deliciosus (pinatel)



Lactarius chrysorreus (falso pinatel)















También es muy apreciada la carbonera o Russula cianoxantha, de tono gris violáceo. Tiene poco sabor, pero una textura agradable, por lo que se puede mezclar con otras setas o hacerla con condimentos que le aporten sabor como ajo o especias.

Otras setas comestibles que se encuentran con relativa facilidad en los alrededores de Santa Ana son las chantararelas (Cantharelus cibarius), las josefitas (Agaricus campestris), los hígados de buey (Fistulina hepatica), que crecen en los troncos de los castaños, y las cagarrias o colmenillas (Morchella esculenta). Esta última es una seta de primavera, como el gurumelo (Amanita ponderosa), muy apreciado pero poco frecuente en nuestra zona.


Agaricus campestris
Fistulina hepatica
Por último, quiero volver a incidir en la peligrosidad que puede entrañar el desconocimiento a la hora de recolectar setas en el monte. Algunas setas muy peligrosas que he podido encontrar en mis paseos por los caminos de Santa Ana son Amanita phaloides, Amanita muscaria, Amanita virosa, Amanita verna, Amanita pantherina, Boletus satanas, Cortinarius cinnamomeus, Omphalotus olearius, Entoloma sinuatum y un largo etcétera.
Amanita phaloides
Amanita pantherina
Amanita verna
Entoloma sinuatum

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