En busca de setas por los alrededores de Santa Ana.
Se suele decir que al final del verano o a
principios del otoño, tras la primera tormenta generosa o las primeras lluvias
otoñales que empapen bien la tierra, contando veintiún días, comienzan a salir
las primeras setas de la temporada de otoño. Y si estas primeras humedades
otoñales han venido acompañadas de temperaturas todavía cálidas, o al menos
suaves, la temporada de setas se preverá fructífera.
El Parque Natural de la Sierra de Aracena y
Picos de Aroche es considerado por los micólogos como una de las zonas de
Europa con mayor riqueza y variedad de hongos. Por extensión, podemos afirmar,
sin temor a parecer exagerados, que el término de Santa Ana constituye un lugar
privilegiado para la recolección de setas.
Si nos atrevemos a salir al monte en busca de
setas hemos de tener presentes varias advertencias, unas por nuestra propia
seguridad y otras por la preservación del entorno.
En cuanto a las advertencias referentes a
nuestra propia seguridad, el consejo obvio para el profano es que no se
aventure a comer seta alguna si no ha sido supervisada previamente por un
entendido. No podemos dejarnos llevar por guías de campo o libros de bolsillo
más que como orientación y nunca debemos arriesgarnos a comer seta alguna de
cuya comestibilidad no estemos absolutamente seguros, y para ello nada mejor
que la supervisión de la cesta por un experto setero. Una vez tengamos algo de
práctica nos daremos cuenta de que hay setas que son muy difíciles de confundir
y otras que, aunque sean más difíciles de determinar, no existen setas
peligrosas con las que puedan confundirse.
En cuanto a los aspectos a tener en cuenta
en aras a la protección de las setas y su preservación como parte fundamental
del ecosistema del bosque hemos de seguir las siguientes pautas:
1.- Utilizar una cesta de mimbre, cañizo o
similar para llevar las setas que recojamos, de manera que las esporas puedan
ir cayendo al terreno y resembrarse.
2.- Debemos utilizar un cuchillo o navaja
para cortar la seta por la base de su pie. No se deben arrancar.
3.- No se debe rastrillar el terreno, pues
dañaríamos el micelio.
4.- Las setas que no conozcamos no las
debemos coger, salvo que tengamos algún interés en su determinación, en cuyo
caso bastará con que cojamos una de cada especie. Sólo deberíamos recolectar
las que nos vayamos a comer.
5.- No debemos destruir las setas venenosas
o tóxicas. Aunque no sean comestibles desempeñan un importante papel en la
naturaleza, ya que muchas de ellas se asocian mediante relaciones de simbiosis
con los árboles y arbustos del bosque.
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Amanita muscaria |
De entre las setas más apreciadas en la
zona, destaca con ventaja la Amanita caesarea, conocida localmente como tentullo o tontullo,
si bien a sólo unos kilómetros se la llama tana, reservándose el apelativo de
tentullo para los boletos. Es una bella seta de color naranja, con las láminas
y el pie de color amarillo pálido, con volva y anillo. Sólo cabría la confusión
con la Amanita muscaria, si bien esta tienes las láminas y el pie
blancos, y su color suele ser más rojo, además de tener generalmente pequeñas
escamas blancas en el sombrero. La Amanita ceasarea es una seta termófila, que
por tanto desaparece con los primeros fríos, y que gusta de la compañía de
castaños y alcornoques.
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Amanita caesarea |
Otra seta que crece profusamente a
principios de otoño en nuestro término es el comúnmente denominado gallipierno,
de nombre científico Macrolepiota procera. Es una seta
grande, de hasta 30 cm de diámetro en el sombrero, de color blanquecino y con
escamas. No existe gran riesgo de confusión, si bien para evitar errores fatales
debemos desechar las que sean pequeñas, ya que existen especies parecidas a
nuestro gallipierno pero de menor tamaño, del género Lepiota, extremadamente
peligrosas.
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Macrolepiota procera |
Algunas de las setas más apreciadas por su sabor y textura se encuentran entre los boletos, ampliamente representados en
nuestro área. Especialmente exquisitos son el Boletus edulis y el Boletus
aereus, ambos presentes en torno a Santa Ana. Algo tranquilizador que
debemos saber cuando recolectamos boletos (los cuales son fáciles de distinguir
por sus poros en vez de láminas en su himenio) es que a excepción del Boletus
satanas, fácilmente identificable por su sombrero semiesférico
blanquecino y sus poros de un bello color rojo, no existen boletos realmente
peligrosos.
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Boletus edulis |
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Boletus aereus |
Otra de las setas excelentes que podemos
encontrar en un paseo otoñal en torno a Santa Ana es el pie azul, Lepista
nuda. Más que azul su color es más bien violeta, pero es de muy difícil
confusión. Es un hongo soprotrófico, que crece en terrenos ricos en materia
orgánica, de la que se alimenta. Además suele crecer en grupos de varios
ejemplares distribuidos en algunos
metros cuadrados.
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Lepista nuda |
Si paseamos por zonas de pinar o próximas a pinos podemos encontrar Lactarius deliciosus. Es el conocido níscalo, denominado localmente pinatel. Los pinateles tienen una tonalidad anaranjada cárnea, con líneas concéntricas, tienen láminas y un sombrero más o menos irregular. Se pueden confundir con otros lactarius muy parecidos, pero si al cortar su pie vemos que este tiene un corte de un intenso color naranja zanahoria podemos estar seguros de que se trata de un pinatel. Esta seta es algo más tardía que las anteriores de las que hemos hablado, fructificando generalmente en diciembre.
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Lactarius deliciosus (pinatel) |
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Lactarius chrysorreus (falso pinatel) |
También es muy apreciada la carbonera o Russula
cianoxantha, de tono gris violáceo. Tiene poco sabor, pero una textura
agradable, por lo que se puede mezclar con otras setas o hacerla con
condimentos que le aporten sabor como ajo o especias.
Otras setas comestibles que se encuentran
con relativa facilidad en los alrededores de Santa Ana son las chantararelas (Cantharelus
cibarius), las josefitas (Agaricus campestris), los hígados de
buey (Fistulina hepatica), que crecen en los troncos de los castaños,
y las cagarrias o colmenillas (Morchella esculenta). Esta última es
una seta de primavera, como el gurumelo (Amanita ponderosa), muy apreciado
pero poco frecuente en nuestra zona.
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Agaricus campestris |
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Fistulina hepatica |
Por último, quiero volver a incidir en la
peligrosidad que puede entrañar el desconocimiento a la hora de recolectar
setas en el monte. Algunas setas muy peligrosas que he podido encontrar en mis
paseos por los caminos de Santa Ana son Amanita phaloides, Amanita
muscaria, Amanita virosa, Amanita verna, Amanita pantherina, Boletus
satanas, Cortinarius cinnamomeus, Omphalotus olearius, Entoloma
sinuatum y un largo etcétera.
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Amanita phaloides |
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Amanita pantherina |
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Amanita verna |
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Entoloma sinuatum |
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