jueves, 7 de marzo de 2013

Gaia y el jefe Seattle


La teoría de Gaia y el indio Seattle
Como decía James Lovelock, Gaia es una entidad compleja que implica a biosfera, atmósfera, océanos y tierra; constituyendo en su totalidad un sistema cibernético o retroalimentado que busca un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta.
La vida en la Tierra funcionaría según la teoría de Gaia, o más bien según la interpretación que algunos hicieron de ella, como si esa entidad se comportara como un enorme ser vivo del que el resto de seres vivos somos sólo partes, engranajes de un inmenso reloj, y esa enorme entidad planetaria llamada Gaia tuviera la capacidad de actuar sobre el entorno y, modificándolo en función de sus necesidades, adaptarlo a los requerimientos de la vida para perpetuarse a sí misma.
Es una teoría que tuvo numerosos detractores que la calificaron de fantasiosa o excesivamente metafísica o poética, por pretender dar entidad global a lo que para muchos no era más que la suma casual de diversos factores biológicos, químicos y físicos que interactúan entre sí, dando lugar a ese equilibrio que percibimos. Pero sea como fuere, lo cierto es que la teoría de Gaia marcó un antes y un después en la comprensión de la ecología y la interacción entre los diversos seres vivos y entre estos y el medio físico.

 



Y no cabe duda de que, al margen de la ciencia pura y dura, la hipótesis de Gaia nos aporta también un componente metafísico, trascendente o sentimental que nos acerca a la percepción de nuestra posición dentro de Gaia, como partes de ella que somos y partícipes de tan magnífica entidad, y que nos permite hacernos conscientes de la fragilidad de los equilibrios del planeta y de la insignificancia relativa de nosotros mismos, porque a fin de cuentas somos sólo piezas de tan soberbio puzle, y si conseguimos dañar los equilibrios de Gaia, esta los recuperará de nuevo, aunque nuestra especie y las que caigan por nuestra ignorancia no estemos aquí para contemplar el nuevo punto de equilibrio de Gaia.
Los que amamos la naturaleza podemos sentir el latido del corazón de Gaia cuando cae una tormenta en la montaña, cuando el cárabo ulula en la noche, cuando las hojas de los castaños amarillean en noviembre, o cuando el verde intenso de los primeros brotes de los fresnos o los saúcos iluminan el todavía apagado paisaje invernal, vaticinando la explosión de luz y color que se avecina.
Los que amamos la naturaleza podemos intuir el espíritu de Gaia cuando nos sentamos a la sombra de un alcornoque centenario y nos paramos a pensar en cómo era la humanidad cuando germinó la bellota de la que nació, mucho antes de que el jefe indio Seattle diera una lección de sabiduría al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce en 1855.



Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos

Nota
El presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía en 1854 una oferta al jefe Seattle, de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Washington. A cambio, promete crear una reserva para el pueblo indígena. El jefe Seattle responde en 1855.
El Gran Jefe Blanco de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Washington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.
Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?
Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.
Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.
La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.
Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un salvaje y no comprendo.
No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.
¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago?. Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.
El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.
Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.
Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.
Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.
Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.
Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.
Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.
La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.
Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.
Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos
hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.
¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.
¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.
La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.

lunes, 4 de marzo de 2013

La Sanguisorba hybrida en Santa Ana la Real


La Sanguisorba hybrida, o comúnmente agrimonio bastardo, es una pequeña planta vivaz, multicaule (con varios tallos), más o menos rastrera, de hojas compuestas imparipinnadas de 7 a 11 foliolos con flores en pequeñas cabezuelas compactas perteneciente a la familia de las rosáceas. Florece de abril a junio, dando lugar a dos tipos de flores, unas femeninas y otras hermafroditas. No es en sí una planta que llame la atención por su belleza. Sus flores en aquenios son poco vistosas. Sin embargo, sus hojas de un verde vivo, tomentosas y finamente aserradas sí tienen cierta vistosidad.
Es planta bastante común en zonas boscosas y umbrías, con suelos profundos y preferentemente silíceos, y en el término de Santa Ana la Real podemos hallarla por ejemplo en el valle de la Presa, a la sombra de los alcornoques que podemos encontrar a la derecha del camino hacia Alájar. Convive en estos hábitats con Cistus salvifolius, zarzas (Rubus ulmifolius), Rubia peregrina y helechos (Pteridium aquilinum).
No es para nada una planta rara en la sierra, pero es de destacar que se trata de un endemismo del tercio suroccidental de la Península Ibérica. Además da nombre a una asociación fitosociológica (Sanguisorbo agrimonioidis-Querceto suberis sigmetum) típica de bosques frescos de alcornoques en umbría sobre terrenos silíceos, profundos y ricos en humus, a altitudes por debajo de los 700 metros.

lunes, 18 de febrero de 2013

Desde Santa Ana a Almonaster


DE SANTA ANA A ALMONASTER POR LA CORTE Y CALABAZARES.
Es esta una travesía fácil si la hacemos sólo en el sentido que aquí proponemos, de manera que tengamos un coche en el punto de destino para volver a Santa Ana. Si la hacemos de ida y vuelta nos encontraremos con la dificultad de las rampas de ascenso en el camino de regreso a partir de la Corte, cuando ya estamos más fatigados.
Partimos desde unos 640 metros de altitud en la Plaza de España, junto a la Iglesia de Santa Ana, para rodeándola tomar la calle que sale a la derecha cuesta abajo y poco después cogeremos a la izquierda. Veremos indicaciones del camino.
Tomaremos la calle que, con una fuerte pendiente descendente, va dejando atrás el núcleo urbano. En ella podemos destacar la presencia de algunos viejos caserones serranos y una fuente abrevadero en una pequeña plazuela. A la derecha, muros de piedra con helechos rupícolas (Cheilantes maderensis, Asplenium ceterach). El camino está hormigonado y empedrado a tramos.
Vamos descendiendo poco a poco entre algunos campos con olivos que posteriormente dan paso a dehesas de encinas. En gran parte el camino se halla flanqueado por muros de piedra. Dejamos a nuestra derecha una finca llamada Matravieso o Maltravieso y nuestro camino vira ligeramente a la izquierda. Al poco de iniciar el descenso ya vemos a lo lejos las casas de la aldea de La Corte. En este tramo podemos observar en los márgenes del camino diversos arbustos como lentiscos (Pistacia lentiscus), aladiernos (Rhamnus alaternus), labiérnagos (Phyllirea angustifolia), olivillas (Rhamnus lyciodes), arrayanes (Mirtus communis) y algún piruétano (Pyrus bourgeana), coscojas (Quercus coccifera), matagallo (Phlomis purpurea) y torvisco (Daphne gnidium). Entre las jaras predomina el Cistus monspeliensis, acompañadas normalmente de tojos (Ulex eriocladus) y brezos (Erica arborea y E.australis)
Ermita de la Virgen del Rosario. La Corte
Una vez que llegamos a la carretera nacional la cruzamos en línea recta para proseguir nuestro camino, que, tras descender unos metros más, se adentra en La Corte. Seguiremos la calle de frente y después ligeramente a la izquierda hasta encontrarnos con la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, junto a una pequeña plaza con bancos. Continuaremos cuesta abajo por la calle situada al otro costado de la iglesia hasta salir de la aldea. Desde aquí disfrutamos de amplias vistas del valle con Calabazares al fondo.
Seguimos bajando de cota tras abandonar la aldea de la Corte, entre pequeñas huertas y explotaciones ganaderas. Al fondo a la izquierda vemos un monte con pinos, y llegaremos a una ligera curva a la derecha en la que el agua de un barranco cruza por encima del hormigón de nuestro camino. Además de adelfas y juncáceas podemos observar algunas plantas de marrubio (Marrubium vulgare), así como Teucrium fruticans.
La Corte. Calabazares al fondo
Continuamos hasta llegar a una rivera más caudalosa. Es la rivera de Escalada, punto en el que sale un camino hacia nuestra izquierda que nos lleva a la aldea de Escalada, perteneciente al municipio de Almonaster la Real, aunque su destino último como reza en la indicación es Riotinto. Hemos llegado al punto más bajo de nuestro itinerario, a unos 420 metros de altitud, y nuestro camino inicia una ligera cuesta arriba entre huertas y campos con olivos, encinas e higueras hasta alcanzar Calabazares. Hemos descendido desde la plaza de Santa Ana unos 220 metros.
El camino hormigonado se encuentra separado de los campos colindantes por viejos muros de piedras planas con abundante vida vegetal enraizada entre sus grietas (Sedum sedifome, Cheilantes maderensis, Umbilicus rupestris, Asplenium ceterach, …y diversos musgos) Algunas retamas (Retama sphaerocarpa), vincas (Vinca minor) y olivillas (Teucrium fruticans) pueblan las cunetas.
Saliendo de Calabazares caminaremos unos metros más por la carretera y tras las últimas casas dejaremos la carretera para tomar un estrecho camino que, paralelo a la misma, continúa hacia Almonaster. Si queremos hacer aquí una parada podemos abandonar el camino y tomando un senderillo que sale a la izquierda refrescarnos en una hermosa fuente de piedra, en la que los lugareños se abastecen del preciado líquido. El camino discurre entre la carretera que va desde Calabazares a la A-470 y un barranco con abundante vegetación riparia: adelfas (Nerium oleander), alisos (Alnus glitinosa), juncos y una maraña de zarzas (Rubus ulmifolius) y zarzaparrillas (Smilax aspera).
El terreno se ha vuelto pizarroso. A nuestra izquierda observamos una loma con eucaliptos, mientras que a la derecha del barranco lo que hay son pinos (Pinus pinaster). Seguimos subiendo hasta que el camino por el que paseamos desemboca en la carretera poco antes de la general A470. Justo llegando a la carretera general tras un brusco giro a la izquierda continúa nuestro camino en dirección a Almonaster la Real. Hemos de tener cuidado de tomar de los dos caminos que parten  a la izquierda el que está más a la izquierda y con muros de piedra a ambos lados.
A partir de aquí el sendero se hace más amable y acogedor. Se encuentra empedrado, y con una disposición del pavimento bastante cómoda y lisa. La vegetación ha cambiado drásticamente. El camino se ha vuelto más fresco y húmedo y la vegetación más frondosa, Empiezan a predominar los alcornoques. Nos encontramos con algún fresno (Fraxinus angustifolia). Y pasamos por zonas con grandes quejigos (Quercus faginea) mezclados con los alcornoques (Quercus suber). Los muros de piedra y taludes que enmarcan el sendero se hallan tapizados por musgos, ombligos de Venus (Umbilicus rupestis)  y helechos (Asplenium trichomanes, Asplenium onopteris y Asplenium ceterach). Si hacemos nuestro recorrido a finales de invierno o principios de primavera nos sorprenderá la floración amarilla intensa de los escobones (Cytisus arboreus subsp baeticus). Pasaremos en este tramo también junto a un formidable ejemplar de majuelo (Crataegus monogyna)., o tilero, como se le llama localmente por usarse sus hojas como infusión tranquilizante
En algunos puntos de este último tramo, en lo alto del cerro, se ve en la lejanía el castillo de Almonaster y su mezquita.





Cytisus arboreus subsp baeticus
 
Continuando el ligero ascenso entre grandes alcornoques llegaremos al cruce de la A470 y la carretera que sale a su izquierda hacia La Escalada. Desde aquí disfrutaremos de una grandiosa panorámica de Almonaster y daremos por finalizado nuestro trayecto.

Almonaster la Real

martes, 12 de febrero de 2013

La Digitalis


La Digitalis purpurea.

La Digitalis purpurea es una planta muy característica y abundante en las zonas boscosas y umbrías del término de Santa Ana que nos alegra con sus grandes flores rosas en alargadas espigas en primavera.
Escribo aquí sobre ella no sólo por su belleza sino principalmente por ser esta que nos ocupa una planta conocida desde la antigüedad por sus propiedades medicinales relacionadas con el tratamiento de afecciones cardíacas. Sus nombres comunes son muchos, siendo los más habituales dedalera y digital.



La digital es bianual, se desarrolla en un ciclo de dos años; en el primero, tras germinar, produce únicamente una roseta de hojas basales blanquecinas, pubescentes y sedosas de hasta 10 o 15 cm, mientras que durante el segundo año da lugar a un tallo largo, que puede alcanzar hasta un metro y medio de altura, y en el que se desarrollarán las flores rosadas en forma de campanillas colgantes, formando una especie de espiga compacta. La floración en nuestro entorno se produce entre abril y julio.
Son sus hojas las que se usan por sus virtudes medicinales. Presentan débil olor, aunque característico, y un sabor amargo. La cantidad de principios activos que contienen las hojas varía mucho durante todo el día, acumulándose por la tarde  la máxima cantidad,  empezando luego a decrecer, porque la propia planta destruye los principios activos formados. Al amanecer, las hojas carecen total o casi totalmente del principio activo, motivo por el cual la recolección se hace durante las primeras horas de la tarde, y se recolectan las hojas inferiores más sanas y enteras, cuando ya se han empezado a abrir las primeras flores de la planta.
El principio activo de las hojas de la dedalera es una poderosa toxina llamada digitalina, que afecta el funcionamiento cardíaco, empleándose contra la arritmia. Las hojas y otras partes de la planta disponen además de otras dos sustancias, la digitoxina y la digoxina, que la protegen del ataque de depredadores, y la hacen muy venenosa. 
Su toxicidad, unidad a la difícil dosificación por los motivos indicados más arriba, hacen que no sea muy usada en la actualidad.


Es una planta que crece en suelos ricos, profundos y ácidos, por lo cual en el término de Santa Ana se suele ver en las vegas y valles con arbolado abundante, pero nunca en zonas con cal, en concreto se encuentra en el valle de la Presa y en el del Negrillo, los Casares y la Ribera. Es, de hecho, un indicador de la buena calidad y riqueza en nutrientes de los suelos en que medra.

Riscos-cumbres


CIRCULAR DE LA PRESA A LOS RISCOS DE LEVANTE Y VUELTA POR EL GOLLIZO Y LAS CUMBRES.


DESCRIPCION DE LA RUTA.

Distancia: 7,3 Km
Dificultad: media-alta.
Tiempo estimado: 3 horas
Mejor en otoño o invierno.
Ruta circular.

Iniciaremos también este recorrido partiendo de la aldea de la Presa, desde donde nos dirigiremos a tomar el camino hacia Alájar.
Este primer tramo es fresco y umbrío en su mayoría y en sus primeros metros discurre paralelo al barranco de la Presa, que fluye a su izquierda, mientras que a la derecha del camino tenemos un talud cubierto de musgos y hiedras. Entre los árboles que nos dan sombra tenemos principalmente alcornoques, pero también alguna encina y quejigos, así como castaños. Entre los arbustos remarcables podemos citar un grupo de saúcos (Sambucus ebulus) que podemos ver a nuestra izquierda nada más tomar el camino a Alájar. También nos llamarán la atención unas altas plantas de troncos y ramillas rojizas, con florecillas terminales en espigas, y que en verano fructifican dando lugar a pequeñas bayas moradas oscuras, casi negras. Se trata de la Phytolacca decandra o hierba carmín, una planta exótica procedente de Centro y Norteamérica y que se ha naturalizado en nuestra sierra. Si hacemos nuestra ruta en invierno, probablemente las phytolaccas estarán quemadas por las heladas, ya que es una planta que no soporta el frío, si bien rebrota con fuerza en primavera.

Sambucus ebulus (saúco)

Phytolacca decandra (hierba carmín)

Poco después de la Fuente de la Cagancha el barranco se va separando de nuestra senda y nos toparemos con la depuradora de aguas residuales, cuya vista queda parcialmente oculta por un espeso seto de pequeños quejigos.
Las zonas con mayores desniveles del camino suelen conservar sus antiguos empedrados. Además, en todo este tramo el camino suele ir acompañado por regaderas o canales de riego que llevan el agua a las distintas huertas de acuerdo con turnos de riego establecidos.
Pasaremos por campos con grandes alcornoques, algunos adehesados y otros algo más asilvestrados. Pasaremos junto a viejas huertas abandonadas, con frutales, olivos, para posteriormente llegar a una gran finca con dehesas de encinas fundamentalmente y cerdos ibéricos pastando en ellas. Es la Finca El Molino. Un poco antes de eso, es digno mencionar el portalón de una finca flanqueada a un lado por una encina y al otro por un alcornoque, ambos monumentales.
Este tramo, desde el inicio de la finca El Molino hasta la rivera, ha sido hormigonado hace poco, lo cual, a pesar de quitarle parte de su encanto rústico, facilita bastante el paseo, ya que con anterioridad era bastante pedregoso y accidentado. A la izquierda de nuestro caminar podemos ver en el punto más alto de este tramo un horno de cal, el horno de Puerto Molino., actualmente utilizado por los cerdos como refugio. A partir de este horno el camino empieza a descender hasta confluir con el camino de Castaño del Robledo a Riotinto, justo en la entrada principal de la finca el Molino. Este será el camino que ahora tomaremos para continuar nuestra ruta. Bajando una fuerte pendiente que deja a la derecha los restos de un viejo molino harinero llegaremos a la rivera de Santa Ana, donde nuestro camino gira en ángulo recto para dirigirse hacia el sur en paralelo a la rivera.
La rivera se halla poblada en sus márgenes sobre todo por alisos y algunos chopos y sauces, así como adelfas. Entre otras muchas especies herbáceas interesantes podemos destacar en este tramo junto a la rivera tres: la primavera (Primula vulgaris), de bellas flores primaverales amarillo pálido; las violetas silvestres (Viola odorata) y la peligrosa Datura estramonium, de floración estival. Las dos primeras son bastante raras en Andalucía.
Primula vulgaris
El camino prosigue junto a la rivera, si bien se aparta de ella un poco para después volver a bajar. Al frente vemos el extremo oriental de la Sierra de las Cumbres (El Gollizo), cubierto fundamentalmente por jarales, restos de pinos quemados y algunos pinos y alcornoques que sobrevivieron al incendio. Cuando el camino vuelve a acercarse a la rivera pasamos junto a los restos de otro molino, este muy deteriorado. Pasamos al lado del río y entre grandes pinos empezamos a subir ligeramente. Los márgenes del camino se hallan cubiertos de durillos (Viburnum tinus), madroños (Arbutus unedo), brezos (Erica arborea y australis) y jaras (Cistus ladanifer y populifolius fundamentalmente).
Poco después empieza a abrirse el arbolado y a hacerse más rocoso y estrecho el camino. De repente, tras un cambio de rasante, se abre ante nuestros ojos un paisaje espectacular de riscos verticales y escarpadas laderas. Nos hallamos en el enclave más agreste de Santa Ana la Real, los Riscos de Levante. El chapotear frenético de las aguas de la rivera se oye al fondo de la garganta, donde saltos de agua y pozas pueden refrescarnos si hace calor. En época de lluvias este murmullo nos acompañará en todo este tramo.
Riscos de Levante
Vistas de la Sierra del Pico, frente al Gollizo
Si nos fijamos en las plantas que crecen entre las grietas de las rocas podemos descubrir algunas curiosidades. Entre las rupícolas podemos encontrar el Sedum brevifolium, pequeña plantita de hojas carnosas perteneciente a la familia de las crasuláceas; dos helechos de roca capaces de soportar exposiciones secas y soleadas, el Cheilantes acrosticha y el Cheilantes hispanica; y una clavellina de pequeñas florecillas rosadas, el Dianthus lusitanus, que florece a final de primavera.
Narcissus triandrus subsp. pallidulus
Nuestro camino serpenteará por la ladera este de la Sierra de las Cumbres con hermosas vistas hacia nuestra izquierda (Sierra del Pico). Tras un ligero ascenso llegaremos a un punto en el que bien podemos hacer una parada para disfrutar de un amplio paisaje tanto al este como al sur. Toda esta zona suroriental de la Sierra de las Cumbres se conoce como El Gollizo. Gollizo es sinónimo de garganta estrecha entre montañas; de ahí que se llame así al área entre la parte oriental de la Sierra de las Cumbres y la Sierra del Pico, separadas ambas por la profundidad de la garganta de la rivera de Santa Ana, también llamada Rivera del Gollizo.
Sierra de las Cumbres. El Gollizo
A partir de este punto bajaremos un poco siguiendo la ladera de solana por campos cubiertos de jaras y brezos. A unos 200 metros llegaremos a un camino amplio, que debemos tomar a la derecha para iniciar nuestro camino de ascenso por la ladera sur de la Sierra de las Cumbres. En época de calor puede hacerse un poco penoso, tanto por la fuerte pendiente ascendente como por la exposición al sol. Podemos volver a Santa Ana por los Veneros, o bien subiendo a las cumbres, que es el camino que aquí proponemos, para lo cual debemos tomar las bifurcaciones que salgan a la derecha, y que normalmente estarán indicadas como Camino de las Cumbres. En toda esta ladera sur del macizo son frecuentes las emanaciones de agua, veneros, que al tratarse de una sierra silícea proporcionan un agua de buena calidad. Pasaremos junto a una casa en ruinas y una zona con colmenas.
Hallimium ocymoides
Parte de esta zona de solana fue afectada por un incendio hace varios años y todavía se pueden ver sus huellas. No obstante, gran parte de la vegetación mediterránea va recuperándose lentamente.
Al llegar a las cumbres nos hallaremos en torno a los 700 metros de altitud y caminaremos unos metros por el cordel de la sierra, desde donde veremos abajo la aldea de la Presa. Caminaremos hacia el oeste para poco después tomar el camino que sale a la derecha entre pinos. Al fondo, en medio del camino, vemos el cerro Castillejo. A la derecha dejamos un campo con viejos castaños y a la izquierda un denso pinar de Pinus pinaster.
Vistas del Cerro Castillejo desde bajada de las Cumbres
Tras recorrer unos cien metros nos encontraremos en un cruce. Aquí nos hallamos ante un afloramiento calizo que hace que podamos encontrar especies vegetales propias de este tipo de terrenos y que no hemos visto en el resto del recorrido, como el Cistus albidus (jara blanca), la Paeoniabroteroi y la Ruta chalepenis (ruda). Si en este cruce tomamos a la izquierda saldremos al camino de Maisevilla, que cogiéndolo a la derecha nos conducirá a la parte alta de Santa Ana. Si tomamos en nuestro cruce el camino de la derecha seguiremos bajando, y volveremos a tomar a la izquierda para llegar a la aldea de la Presa. En este tramo descendente nos encontramos con tres hornos de cal: el del Castillejo, el de Pepe y el de Cosme, ya muy cerca de la Presa.
En este punto de los alrededores del horno de Cosme debemos hacer mención a la abundancia de marrubio (Marrubium vulgare) y un poco más cerca del barranco otras aromáticas como el mentastro (Mentha rotundifolia) y el toronjil (Melissa officinalis).

Perfil de la ruta
 


ESPECIES VEGETALES OBSERVABLES

ARBOLES
Quercus suber (alcornoque)
Quercus rotundifolia (encina)
Quercus faginea (quejigo)
Castannea sativa (castaño)
Fraxinus angustifolia (fresno)
Populus nigra (chopo)
Alnus glutinosa (aliso)
Pinus pinaster (pino)
Pinus pinea (pino piñonero)

ARBUSTOS Y OTRAS VIVACES
Sambucus ebulus (saúco)
Nerium oleander (adelfa)
Pistacia lentiscus (lemtisco)
Pistacia terebinthus (cornicabra)
Phyllirea angustifolia (labiérnago)
Phyllirea latifolia (labiérnago)
Arbutus unedo. (madroño)
Viburnum tinus (durillo)
Chamaespartium tridentatum (carquesa)
Erica arborea (brezo)
Erica australis (brezo)
Ruscus aculeatus (rusco)
Smilax aspera (zarzaparrilla)
Hedera helix (hiedra)
Lonicera implexa (madreselva)
Rubus ulmifolius (zarza)
Rubia peregrina
Rosa canina (rosal silvestre)
Daphne gnidium (torvisco)
Cistus ladanifer (jara pringosa)
Cistus salvifolius (jarilla)
Cistus crispus (jarilla)
Cistus monpeliensis (jara)
Cistus populifolius (jara de hoja grande)
Cistus albidus (jara blanca)
Citysus
Tuberaria lignosa
Asparagus acutifolius (esparraguera)
Ulex ericladus (aulaga, tojo)
Genista hirsuta (aulaga)
Origanum virens (orégano)
Teucrium fruticans (olivilla)
Lavandula stoechas (alhucema)
Phlomis purpurea (matagallo)
Marrubium vulgare (marrubio)
Melissa officinalis (toronjil)
Mirtus communis (mirto, arrayán)
Dianthus lusitanus (clavellina)
Narcissus triandrus subesp. pallidulus
Sedum brevifolium
Ruta chalepensis (ruda)
Anarrhinum bellidiformis
Hallimium ocymoides
Sanguisorba hybrida (agrimonio bastardo)
Lupinus luteus (altramuz)
Lupinus angustifolius (altramuz azul)

HELECHOS
Pteridium aquilinum (helecho)
Asplenium trichomanes.
Asplenium onopteris
Ceterach officinarum (doradilla)
Adiantum capillus-veneris (culantrillo)
Cheilanthes maderensis
Cheilantes acrosticha


 ALGUNA AVIFAUNA OBSERVABLE

Dendrocopos major (pico picapinos)
Dendrocopos minor (pico menor)
Garrulus glandarius (arrendajo)
Turdus merula (mirlo)
Parus caeruleus (herrerillo)
Parus cristatus (herrerillo capuchino)
Parus major (carbonero)
Erithacus rubecula (petirrojo)
Serinus serinus (verdecillo)
Fringilla coelebs (pinzón común)
Pyrrhula pyrrhula (camachuelo común)
Phoenicurus phoenicurus (colirrojo real)
Phoenicurus ochruros (colirrojo tizón)
Carduelis spinus (lúgano)
Turdus iliacus (zorzal alirrojo)
Turdus philomelos (zorzal común)
Phylloscopus ibericus (mosquitero ibérico)
Pernis apivorus (abejero europeo)
Sitta europea (trepador azul)
Certhia brachydactyla (agateador, gatinorro)
Aegithalos caudatus (mito)
Motacilla flava (lavandera boyera)
Motacilla cinerea (lavandera cascadeña)
Gyps fulvus (buitre leonado)
Merops apiaster (abejaruco)
Corvus corax (cuervo)
Ptyonoprogne rupestris (avión roquero
Monticola solitarius (roquero solitario)
Aquila pennata (águila calzada)
Aquila chrysaetos (águila real)
Milvus migrans (milano negro)
Milvus milvus (milano real)



ALGUNOS HONGOS OBSERVABLES
Macrolepiota procera (galipierno)
Lepista nuda (pie azul)
Boletus edulis (boleto)
Boletus aereus
Suillus luteus (boleto pringoso)
Entoloma lividum
Lactarius deliciosus (pinatel, níscalo)
Amanita panterina
Amanita vaginata
Amanita muscaria
Amanita ponderosa (gurumelo)
Amanita caesarea (tentullo, tana)
Amanita rubescens
Amanita citrina
Amanita faloides
Coprinus picaceus
Agaricus sylvestris (champiñón)
Fistulina hepatica (hígado de buey)
Cantarellus cibarius (chantarela)








jueves, 7 de febrero de 2013

Desde la Presa al Gollizo


DESDE LA PRESA AL GOLLIZO POR LAS CUMBRES
Duración: 1,5 horas (ida y vuelta).
Distancia: 2.200 m (sólo ida).
Dificultad: media.
Partiremos del cruce del camino de Santa Ana la Real a Alájar con el camino de las Callejas, junto a la aldea de la Presa, a donde podemos llegar bien desde Santa Ana, bajando el camino desde la fuente de los tres caños, o bien desde la Presa cruzando el barranco. En nuestro punto de partida podemos ver un viejo horno de cal, el horno de Cosme, actualmente utilizado como almacén o trastero.
Nuestro camino empieza con un perfil plano o ligeramente descendente durante unos metros entre castaños. Dejamos a nuestra derecha la entrada a una finca conocida como “La Postura”, poblada de alcornoques y dedicada a la ganadería. Pocos metros después el amplio camino carretero empieza a subir poco a poco. Los campos a la derecha están cubiertos de alcornoques limpios de matorral, mientras que a la izquierda del camino el paisaje muestra mayor riqueza botánica. Durante unos 300 metros seguiremos ascendiendo y en nuestro caminar pasaremos junto a dos hornos de cal más, el horno de Pepe y el horno del Castillejo, llamado así por el monte en que se encuentra, llamado Castillejo de las Cornicabras (729 m). En este primer tramo podemos observar diversas jaras (Cistus ladanifer, C. populifolius y C. salvifolius), carquesas (Genista tridentata), madroños (Arbutus unedo), lentisco (Pistacia lentiscus), cornicabras (Pistacia terebinthus), durillos (Viburnum tinus) labiérnagos (Phyllirea angustifolia), así como brezos (Erica) y aulagas (Genista, Ulex).
Cerro El Castillejo de las Cornicabras
En la parte más alta de este primer tramo ascendente podemos observar a ambos lados grandes castaños para llegar a un cruce de caminos en el que debemos tomar a la derecha. En este punto se da un afloramiento de terrenos calcáreos, lo que notaremos por la presencia de jara blanca (Cistus albidus) y si estamos haciendo el recorrido en primavera nos podremos ver gratamente sorprendidos por la floración de la espectacular peonia (Paeonia broteroi).
Paeonia broteroi
Tras un pequeño receso el camino vuelve a subir, dejando a nuestra izquierda un campo arado de castaños bastante machacados por podas excesivas, con troncos huecos y escaso follaje. Pasando un pequeño tramo hormigonado llegamos a un alto, encontrándonos de frente con un pinar de Pinus pinaster. En este punto debemos tomar el camino que sale a la izquierda y sigue subiendo a la vez que deja el pinar a la derecha y los castaños a la izquierda. El cruce está indicado con un poste de madera que en su rótulo indica “camino de las cumbres”. Tras subir unos cien metros llegaremos al cordel de la Sierra de las Cumbres, donde debemos tomar hacia la derecha.
A partir de este punto gozaremos de amplias panorámicas, tanto al norte, hacia donde veremos al fondo del valle la aldea de la Presa y en la lejanía la Sierra de los Palos Altos y la Sierra del Castaño, como al sur, hacia donde podemos disfrutar de las vistas de montes, cerros y dehesas que se pierden en el horizonte. Uno de los grandes alicientes de este sendero es precisamente el disfrute de estos maravillosos paisajes, ya que gran parte de este tramo discurre precisamente por el cordel de la formación montañosa, pudiendo disfrutar de vistas a ambos lados.
Encontraremos en nuestro caminar dos desviaciones a la derecha que no debemos tomar, ya que nos llevarían ladera abajo. Siempre continuaremos de frente.
La ladera sur de la sierra de las Cumbres está cubierta fundamentalmente por jaras (Cistus ladanifer) y brezos (Erica arbórea y australis) y pequeños alcornoques que se recuperan del fuego que asoló esa zona años atrás, así como pinos vivos o quemados. En cambio, en la ladera norte abundan los grandes castaños y alcornoques, ya que a esta parte no llegó el incendio.
En todo este tramo el camino sube o baja ligeramente, sin fuertes pendientes, alcanzando en su cota máxima unos 720 metros, hasta llegar a un punto a partir del cual el camino se desdibuja entre las rocas y los arbustos. Este es el punto conocido como “El Gollizo” (715 m), donde el arbusto noble dominante es el madroño. Desde aquí podemos divisar hacia el nordeste Alájar y el campanario de la peña de Arias Montano, al frente vemos una montaña con afloramientos rocosos, ya en el término de Alájar, al otro lado de la rivera, y al sur y sureste las estribaciones de la sierra y Campofrío al fondo.
Vistas desde El Gollizo con Alájar al fondo.
Vistas desde El Gollizo
Entre las curiosidades botánicas de esta sierra podemos citar las pequeña jarillas Hallimium ocymoides y Tuberaria lignosa, de flores amarillas, la escrofulariácea Anarrhinum bellidiformis, de minúsculas florecillas celestes, y la Epipactis helleborine, una curiosa orquídea de pequeñas flores púrpuras o rosadas.
Llegado el final de nuestro trayecto, y tras una parada para gozar de los amplios paisajes, volveremos por el mismo camino.

Tuberaria lignosa
Epipactis helleborine