martes, 29 de enero de 2013

En busca de setas


En busca de setas por los alrededores de Santa Ana.

Se suele decir que al final del verano o a principios del otoño, tras la primera tormenta generosa o las primeras lluvias otoñales que empapen bien la tierra, contando veintiún días, comienzan a salir las primeras setas de la temporada de otoño. Y si estas primeras humedades otoñales han venido acompañadas de temperaturas todavía cálidas, o al menos suaves, la temporada de setas se preverá fructífera.
El Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche es considerado por los micólogos como una de las zonas de Europa con mayor riqueza y variedad de hongos. Por extensión, podemos afirmar, sin temor a parecer exagerados, que el término de Santa Ana constituye un lugar privilegiado para la recolección de setas.
Si nos atrevemos a salir al monte en busca de setas hemos de tener presentes varias advertencias, unas por nuestra propia seguridad y otras por la preservación del entorno.
En cuanto a las advertencias referentes a nuestra propia seguridad, el consejo obvio para el profano es que no se aventure a comer seta alguna si no ha sido supervisada previamente por un entendido. No podemos dejarnos llevar por guías de campo o libros de bolsillo más que como orientación y nunca debemos arriesgarnos a comer seta alguna de cuya comestibilidad no estemos absolutamente seguros, y para ello nada mejor que la supervisión de la cesta por un experto setero. Una vez tengamos algo de práctica nos daremos cuenta de que hay setas que son muy difíciles de confundir y otras que, aunque sean más difíciles de determinar, no existen setas peligrosas con las que puedan confundirse.
En cuanto a los aspectos a tener en cuenta en aras a la protección de las setas y su preservación como parte fundamental del ecosistema del bosque hemos de seguir las siguientes pautas:
1.- Utilizar una cesta de mimbre, cañizo o similar para llevar las setas que recojamos, de manera que las esporas puedan ir cayendo al terreno y resembrarse.
2.- Debemos utilizar un cuchillo o navaja para cortar la seta por la base de su pie. No se deben arrancar.
3.- No se debe rastrillar el terreno, pues dañaríamos el micelio.
4.- Las setas que no conozcamos no las debemos coger, salvo que tengamos algún interés en su determinación, en cuyo caso bastará con que cojamos una de cada especie. Sólo deberíamos recolectar las que nos vayamos a comer.
5.- No debemos destruir las setas venenosas o tóxicas. Aunque no sean comestibles desempeñan un importante papel en la naturaleza, ya que muchas de ellas se asocian mediante relaciones de simbiosis con los árboles y arbustos del bosque.
Amanita muscaria
De entre las setas más apreciadas en la zona, destaca con ventaja la Amanita caesarea,  conocida localmente como tentullo o tontullo, si bien a sólo unos kilómetros se la llama tana, reservándose el apelativo de tentullo para los boletos. Es una bella seta de color naranja, con las láminas y el pie de color amarillo pálido, con volva y anillo. Sólo cabría la confusión con la Amanita muscaria, si bien esta tienes las láminas y el pie blancos, y su color suele ser más rojo, además de tener generalmente pequeñas escamas blancas en el sombrero. La Amanita ceasarea es una seta termófila, que por tanto desaparece con los primeros fríos, y que gusta de la compañía de castaños y alcornoques.
Amanita caesarea

Otra seta que crece profusamente a principios de otoño en nuestro término es el comúnmente denominado gallipierno, de nombre científico Macrolepiota procera. Es una seta grande, de hasta 30 cm de diámetro en el sombrero, de color blanquecino y con escamas. No existe gran riesgo de confusión, si bien para evitar errores fatales debemos desechar las que sean pequeñas, ya que existen especies parecidas a nuestro gallipierno pero de menor tamaño, del género Lepiota, extremadamente peligrosas.
Macrolepiota procera







Algunas de las setas más apreciadas por su sabor y textura se encuentran entre los boletos, ampliamente representados en nuestro área. Especialmente exquisitos son el Boletus edulis y el Boletus aereus, ambos presentes en torno a Santa Ana. Algo tranquilizador que debemos saber cuando recolectamos boletos (los cuales son fáciles de distinguir por sus poros en vez de láminas en su himenio) es que a excepción del Boletus satanas, fácilmente identificable por su sombrero semiesférico blanquecino y sus poros de un bello color rojo, no existen boletos realmente peligrosos.
Boletus edulis



Boletus aereus












Otra de las setas excelentes que podemos encontrar en un paseo otoñal en torno a Santa Ana es el pie azul, Lepista nuda. Más que azul su color es más bien violeta, pero es de muy difícil confusión. Es un hongo soprotrófico, que crece en terrenos ricos en materia orgánica, de la que se alimenta. Además suele crecer en grupos de varios ejemplares  distribuidos en algunos metros cuadrados.
Lepista nuda

Si paseamos por zonas de pinar o próximas a pinos podemos encontrar Lactarius deliciosus. Es el conocido níscalo, denominado localmente pinatel. Los pinateles tienen una tonalidad anaranjada cárnea, con líneas concéntricas, tienen láminas y un sombrero más o menos irregular. Se pueden confundir con otros lactarius muy parecidos, pero si al cortar su pie vemos que este tiene un corte de un intenso color naranja zanahoria podemos estar seguros de que se trata de un pinatel. Esta seta es algo más tardía que las anteriores de las que hemos hablado, fructificando generalmente en diciembre.



Lactarius deliciosus (pinatel)



Lactarius chrysorreus (falso pinatel)















También es muy apreciada la carbonera o Russula cianoxantha, de tono gris violáceo. Tiene poco sabor, pero una textura agradable, por lo que se puede mezclar con otras setas o hacerla con condimentos que le aporten sabor como ajo o especias.

Otras setas comestibles que se encuentran con relativa facilidad en los alrededores de Santa Ana son las chantararelas (Cantharelus cibarius), las josefitas (Agaricus campestris), los hígados de buey (Fistulina hepatica), que crecen en los troncos de los castaños, y las cagarrias o colmenillas (Morchella esculenta). Esta última es una seta de primavera, como el gurumelo (Amanita ponderosa), muy apreciado pero poco frecuente en nuestra zona.


Agaricus campestris
Fistulina hepatica
Por último, quiero volver a incidir en la peligrosidad que puede entrañar el desconocimiento a la hora de recolectar setas en el monte. Algunas setas muy peligrosas que he podido encontrar en mis paseos por los caminos de Santa Ana son Amanita phaloides, Amanita muscaria, Amanita virosa, Amanita verna, Amanita pantherina, Boletus satanas, Cortinarius cinnamomeus, Omphalotus olearius, Entoloma sinuatum y un largo etcétera.
Amanita phaloides
Amanita pantherina
Amanita verna
Entoloma sinuatum

miércoles, 23 de enero de 2013

Jardines verticales



Jardines verticales.
Los muros de piedra, tan característicos de los paisajes de Sierra Morena Occidental, están muy bien representados en el término de Santa Ana la Real.
Constituyen desde tiempos inmemoriales el sistema más práctico y habitual para delimitar las fincas, ya que utilizaban como elementos constructivos las piedras que se retiraban de los terrenos para facilitar las labores agrícolas.
Doradillas (Asplenium ceterach)

En tiempos recientes muchos se han venido deteriorando por falta de mantenimiento y otros han sido sustituidos por vallados metálicos. En consecuencia, debería ser prioritario por parte de las administración del Parque Natural implementar políticas encaminadas a su protección y conservación, ya que estos muros de piedra, junto con la dehesa y el cerdo ibérico pastando en ella, constituyen partes esenciales del paisaje de la sierra onubense.
Al margen de su valor paisajistico, los muros de piedra constituyen un hábitat muy especial para interesantes comunidades de plantas rupícolas que encuentran allí su refugio. Dichas comunidades vegetales varían muchísimo según se trate de muros en solana o en umbría, lo cual es lógico dado lo limitante que es para la vida vegetal un recoveco entre las rocas que en verano alcance los 50C al sol y con una muy escasa humedad, condiciones que pasan a ser más soportables para algunas especies cuando el muro se halla sombreado o con orientación norte.

Las dos especies vegetales más características de estos muros son la doradilla (Asplenium ceterach) y el ombligo de Venus (Umbilicus rupestris). El primero es un pequeño helecho de hojas recias que, en condiciones de sequía estival, se encoge haciéndose un gurruño, para renacer con las lluvias otoñales. Por su parte, el ombligo de Venus es una planta de la familia de las crasuláceas, con hojas carnosas circulares con una depresión en el centro. Curiosamente, ambas tienen propiedades medicinales.
La doradilla se ha usado en medicina popular como diurética, colerética e hipotensora,  mientras que la aplicación más reseñable del ombligo de Venus es su poder cicatrizante y antiséptico.
Cuando nos encontramos ante un muro de piedra sombreado la comunidad vegetal se ve muy incrementada. En esta situación podemos observar con facilidad otros dos helechos: el Asplenium trichomanes y el Asplenium onopteris, gran variedad de musgos y hepáticas, Selaginella denticulata y algunas plantas superiores como el geranio de San Roberto (Geranium robertianum) de característico olor acre, o su primo hermano el Geranium purpureum, y la cosmopolita escrofulariácea de bellas aunque diminutas florecillas Scrophularia cymbalaria. Con frecuencia nos encontramos con muros de piedra en umbría completamente verdes por su cobertura vegetal, principalmente por su tapiz de musgos, en los que las piedras sólo se adivinan por las formas redondeadas que se pueden intuir bajo el espeso manto que las cubre.
Es muy característico también de estos muros de umbría la presencia de hiedra (Hedera helix), que aunque no arraiga normalmente en las hoquedades del muro, sino en su base, abraza las rocas que forman el muro, como para evitar que se desplomen.
Sedum brevifolium
Como decíamos antes, las condiciones para la vida vegetal de un muro de piedra en       solana son bastante más duras, por lo que su cobertura es más austera. Generalmente serán más abundantes los líquenes que los musgos y, a parte de algunas plantas comunes que consiguen arraigar entre las piedras, cabe destacar en el área de Santa Ana la Real la presencia en estos hábitats rupícolas artificiales de dos helechos resistentes a las condiciones  de sequedad y temperaturas extremas: el Cheilantes acrosticha y el Cheilantes hispánica, así como la crasulácea Sedum brevifolium, de diminutas hojas carnosas rosadas o glaucas pruinosas.

Jaras, jarillas y jaguarzos en Santa Ana la Real


Jaras, jarillas y jaguarzos en Santa Ana la Real.

La gran diversidad botánica de la región mediterránea es debida en gran parte a la alternancia en el Cuaternario de épocas glaciares e interglaciares, así como a la herencia recibida del cálido y húmedo Terciario. Como consecuencia de ello, hoy coexisten especies de origen subtropical con otras de origen boreal, que encontraron refugio en nuestras tierras durante las épocas glaciares que helaron el resto de Europa. Por otra parte, existen familias que evolucionaron ya en un clima propiamente mediterráneo. Tal es el caso de las cistáceas.
Cistus albidus
Cistus salvifolius
Tuberaria lignosa




















Las cistáceas representan, sin duda, una de las familias de plantas más  características de la vegetación mediterránea. La familia está formada por unas doscientas especies, con distribución en zonas templadas del hemisferio norte,  pero mayoritariamente en zonas mediterráneas. Pueden ser arbustos, matas o hierbas, pero se caracterizan todas por sus flores hermafroditas con cinco pétalos, tres o cinco sépalos, numerosos estambres y tres, cinco, ocho o diez carpelos, dando lugar a frutos en forma de cápsula dehiscente dura que alberga en su interior gran numero de pequeñas semillas.
La cistácea más conocida, y también una de las mas abundantes en nuestra zona, es la jara pringosa (Cistus ladanifer), muy extendida en terrenos silíceos, pedregosos y con poco arbolado. Además de heliófilas, son plantas pirófitas, que invaden terrenos quemados, y segregan una sustancia pringosa, el láudano, con propiedades medicinales y usado también en perfumería. Sus flores son grandes, de hasta diez centímetros, blancas con una mancha púrpura en la base de cada pétalo.
Cistus ladanifer

Otra jara también abundante en la zona, y que también prefiere suelos silíceos, es el Cistus populifolius, igualmente de flores blancas, aunque más pequeñas, y de grandes hojas acorazonadas.
En zonas más umbrías, bajo el arbolado, se da el Cistus salvifolius, de pequeñas hojas redondeadas y flores blancas, y el Cistus crispus,  pequeña matilla de hojas rizadas y flores rosas fucsia.
Otra de las jaras comunes en la zona, aunque menos exigente en cuanto a exposición al sol, es el Cistus monspeliensis, también de flores blancas, pero con las hojas estrechas y alargadas.


Cistus crispus
 La ultima de las grandes jaras presente en el término es el Cistus albidus o jara blanca.   Esta jara de hojas blanquecinas, vellosas y suaves, es menos frecuente que las anteriores en el término de Santa Ana porque requiere terrenos calcáreos, siendo predominantes en el término los terrenos ácidos. No obstante, en las zonas donde existen afloramientos calizos (Castillejo, Negrillo, ...) es frecuente, dando un toque de color rosa con sus flores en primavera.

Cistus salvifolius

Por último, cabe citar la presencia de tres pequeñas cistáceas de flores amarillas presentes en terrenos silíceos pedregosos: el Hallimum ocymoides, de nombre común quirola o alacayuela, con pequeñas hojillas blanquecinas; la Tuberaria lignosa, pequeña mata de hojas rastreras redondeadas y pequeñas flores amarillas con largos pedúnculos; y la anual Tuberaria guttata, con la base de los pétalos manchados de marrón púrpura.
Hallimium ocymoides

La hierba carmín.


Phytolacca decandra Un intruso venido de América.

En los barrancos, en las proximidades de la rivera y en las cunetas húmedas podemos encontrar una planta que se ha naturalizado en nuestra sierra, pero que procede de Centroamérica y del sur de Norteamérica. Es la Phytolacca decandra, de nombre común hierba carmín.




Es una planta que no resiste el frío, por lo que con las primeras heladas se muere, para rebrotar con fuerza llegada la primavera hasta alcanzar hasta dos metros o más de altura en verano. Pero es, sin duda, en otoño cuando más luce esta planta sus colores rojizos y púrpuras, de los que le viene su apelativo de hierba carmín.
Sus tallos son rojizos y huecos, sus hojas lanceoladas y sus pequeñas flores crecen en espigas terminales, para dar lugar a pequeñas bayas de color morado oscuro, casi negro, las cuales son muy apreciadas por los pajarillos, que contribuyen a extender los dominios de esta planta foránea.
Es una planta tóxica, pero con usos medicinales como purgante, antiviral, contra eccemas y enfermedades cutáneas y adelgazante, si bien debido a su toxicidad debe ser usada bajo estricto control médico.
Existe un articulo de un tal Dr. Hale que afirma que los pájaros que se alimentan con frutos de Phytolacca decandra pierden toda la grasa acumulada en su tejido adiposo, y ello sin menoscabo de su masa muscular. A raíz de ello y de otros estudios se han desarrollado tratamientos homeopáticos que actúan contra la obesidad.
Al margen de su utilidad o no como planta medicinal, no debemos perder de vista su elevada toxicidad, menos concentrada en sus frutos.
Es una planta que, además, era utilizada para teñir tejidos.
En Santa Ana podemos encontrarla, entre otros sitios, en las márgenes del barranco de la Presa y en la ribera de Santa Ana, entre la finca el Molino y la carretera.

miércoles, 16 de enero de 2013

La peonia, reina de la primavera en la sierra



Probablemente una de las plantas más hermosas y vistosas que podemos encontrar en las montañas que rodean Santa Ana la Real es la peonia (Paeonia broteroi), cuyas grandes flores rosas podremos admirar en primavera (abril-junio) en aquellas zonas donde las condiciones edáficas y climáticas sean las apropiadas, pues sólo habita terrenos con presencia de cal y más o menos umbríos y húmedos. Concretamente, en el término de Santa Ana es posible hallarla en los alrededores del Cerro Castillejo, en el Valle y en el Negrillo, generalmente en áreas con arbolado abundante.

Las flores de la peonia se caracterizan a simple vista por su gran tamaño (8 a 12 cm), el intenso color rosa de sus pétalos y sus abundantes estambres y anteras de un intenso amarillo. Asímismo, son muy característicos los carpelos lanosos, que darán paso a unos folículos densamente tomentosos en el que se observarán semillas rojas, posteriormente negras, al madurar.
Es una planta endémica de la península ibérica, habitando los sistemas montañosos del centro, sur y oeste de la península, encontrándose en sotobosques de encinares, alcornocales, melojares, robledales y pinsapares, pero preferentemente sobre terrenos calizos y en altitudes superiores a los 500 metros.En Andalucía se encuentra con frecuencia en Sierra Morena, en la Subbética y en la sierra de Grazalema. Entre las diversas asociaciones botánicas en las que se encuentra nuestra peonia está la formada por el Quercus lusitanica y el Quercus pyrenaica, característica de las zonas altas de la Sierra de Aracena.
La peonia es una planta con propiedades medicinales como antiespasmódica, sedante y antihemorroidal, siendo tóxica a elevadas dosis, por lo que su uso es muy limitado.

de  Entrada en curso. Continuará...

domingo, 13 de enero de 2013

Epipactis helleborine. Una bella orquídea en la sierra de las Cumbres



Con la llegada de la primavera a la sierra podremos observar con un poco de suerte y si aguzamos nuestra vista una pequeña orquídea de flores de un centímetro o poco más, con grandes sépalos de color verde pálido y un labelo en parte verde blanquecino y en parte púrpura rosado o amarillento.
Es la Epipactis helleborine. Sus hojas son sentadas, de color verde apagado y se disponen como en espiral en torno al tallo.
La que nos ocupa es una orquídea de amplia distribución en zonas templadas y subtropicales de Europa, norte de África y Asia, que sin embargo en Andalucía Occidental sólo es relativamente frecuente en la provincia de Huelva, y más concretamente en la Sierra y el Andévalo.  Es, además, una planta considerada invasiva en Norteamérica, donde entró de la mano del hombre. Se la puede encontrar, además de en la sierra de Aracena, en Sierra Nevada, los Pirineos, los Alpes, e incluso en Finlandia.
Crece generalmente en terrenos silíceos, pobres y pedregosos, pero boscosos, como el caso de la Sierra de las Cumbres, al sureste del pueblo de Santa Ana la Real.
Como otras muchas orquídeas precisa la ayuda de los insectos para la polinización y para atraerlos utiliza todo un cóctel químico que incluye tres sustancias narcóticas, cuatro atrayentes de insectos, vainillina, e incluso alcohol como resultado de la fermentación de sustancias azucaradas con la ayuda de un hongo. El resultado de todo ello: el "síndrome de la abeja borracha", con el lamentable y bochornoso espectáculo de insectos aturdidos y desorientados yendo de flor en flor en la espiga de nuestra Epipactis o en las de los alrededores. Además, según algunos que las han observado, parece ser que, por si fuera poco, la experiencia les gusta y repiten, volviendo a "colocarse" una y otra vez con tan embriagador néctar.



jueves, 10 de enero de 2013

La curiosa Cytinus hypocistis. Una diminuta planta parásita.

Entre los alcornoques que pueblan las laderas del valle de la Presa vi la primavera pasada unas "bolitas"amarillas y rojas en grupos de cinco a ocho de no más de un centímetro de diámetro cada una. Crecían en el suelo entre la hojarasca, al pie de los arbustos. Si bien a simple vista dudé en que pudieran ser hongos, cuando me acerqué y arranqué una, pude constatar que se trataba de una planta que no conocía de nada. Por su aspecto sin hojas verdes ya empezó a rondarme en la cabeza la idea de que se tratara de alguna planta parásita. Realmente, al principio pensé que se pudiera tratar de un brote de Orobanche.
Unas semanas después las volví a ver. Ya se habían abierto las cabezuelas y podían observarse los órganos sexuales de las flores. Casi por casualidad conseguí averiguar que se trataba de la Cytinus hypocistis, una pequeña planta parásita, desprovista de clorofila, de distribución circunmediterránea, relativamente abundante en dehesas y bosques mediterráneos en Andalucía Occidental.
Actualmente se incluye en la familia de las Cytináceas, si bien antes se clasificaba en la de las Rafflesiáceas.
Su epíteto específico deja claro cuales son sus plantas hospedadoras (hypo=debajo, cistis=de las jaras), encontrándose en nuestra área principalmente a los pies de Cistus salvifolius y Cistus monspeliensis.
Son plantas de hojas carnosas y suculentas y pasan desapercibidas la mayor parte del año, hasta que en abril a junio emergen de la tierra para florecer, dando lugar a flores masculinas y femeninas por separado.
Son conocidas también por ser una planta comestible. De hecho, al ser exprimida se obtiene un jugo dulce de sabor agradable. De ahí, uno de sus nombres comunes, meleras. En otras comarcas también reciben el simpático nombre de "teticas de doncella".
Se utilizaba en medicina popular como antidiarreica y astringente.

Camino de Santa Ana a carretera Castaño-Jabugo



DESCRIPCIÓN DE LA RUTA

Nuestra ruta parte de la travesía de Santa Ana, justo en frente de la calle Nueva, que se dirige desde la carretera hasta la plaza del pueblo. Nos encontramos casi al final de esta travesía si venimos desde Alájar y debemos tomar el camino que sale a la derecha entre las últimas casas de la localidad.Está indicado con un cartel con su correspondiente mapa.
Altitud mínima: 660 m
Altitud máxima: 812 m
Ascenso: 278 m
Distancia recorrida (sólo ida):  5,6 Km
Tiempo estimado (sólo ida): 1,5 horas.
Dificultad: media.
Mejores estaciones para  hacer la ruta: otoño y primavera. 
Al principio el perfil es ligeramente ascendente dejando las últimas casas de las afueras del pueblo y discurriendo entre olivares, dehesas de alcornoque y castañares, por la zona conocida por los lugareños como el Valle. Llegando al punto más alto de este tramo inicial el paisaje se va haciendo más frondoso y exuberante, si bien las especies arbóreas que dominan el paisaje son el castaño y el pino pinaster. Nos encontramos a unos 720 m de altitud y a nuestra derecha sale un sendero, recuperado hace poco, ya que se encontraba totalmente invadido por la vegetación por su desuso. Se trata del camino de Los Jugaderos, que nos lleva hasta las inmediaciones de la aldea de la Presa. Justo en este cruce de caminos se puede adivinar entre la maleza los restos de un horno de cal. Si queremos hacer una pequeña parada en este punto es digna de mención la existencia de unas manchas espesísimas de vegetación autóctona que enmarañadas con zarzas, rubias y zarzaparrillas tapizan la cresta del monte. Podemos encontrar, además de pequeñas encinas achaparradas y coscojas, madroños, lentiscos, acebuches y labiérnagos, así como alguna cornicabra.
Retomando el camino hacia Jabugo la senda empieza a descender entre grandes castaños y algunos pinos. Abajo a nuestra derecha queda el valle del Negrillo y al fondo vemos la Sierra de los Palos Altos, por cuyas proximidades pasaremos más adelante. 
Si estamos haciendo el recorrido en primavera podremos ver la impresionante Paeonia broteroi, con sus deslumbrantes flores rosas. Será fácil encontrarlas en los márgenes del camino en la zona del Valle y también en el Negrillo, donde los terrenos son calcáreos, como esta planta precisa.
Al finalizar nuestro tramo de descenso llegamos a un cruce de caminos señalizado. Nosotros seguiremos por el que sale de frente en dirección a Aguafría y Jabugo. Tras avanzar unos doscientos metros volvemos a encontrarnos en un cruce donde debemos tomar a la derecha. En este punto el paisaje está dominado por la visión imponente de grandes castaños, acompañados de alcornoques y pinos. Al poco nos encontraremos con una pequeña casa de piedra en ruinas a la izquierda del sendero y más adelante un pinar, a partir de donde el camino retoma, y ahora con ganas, su perfil ascendente, pero a la vez nos acercamos a la zona de mayor interés natural y paisajístico.
Durante aproximadamente un kilómetro y medio caminaremos cuesta arriba hasta superar los 800 m de altitud. En este tramo, caracterizado por unas fuertes rampas erosionadas por la lluvia, además de los castaños, introducidos hace siglos, y los pinos, introducidos hace sólo algunas décadas, podemos ver manchas de vegetación autóctona muy interesantes, en la que destaca la presencia de pequeños robledillos (Quercus lusitanica), que forman espesos setos de no más de dos metros de altura. Aunque no he detectado su presencia en este área, es muy probable que dada la altitud de la zona, y al igual que sucede en otros puntos similares de la serranía, hace tiempo también hubiera robles melojos (Quercus pyrenaica), que, de hecho, suelen asociarse con el Q. lusitanica. Ciertamente el roble melojo ocupó antaño la mayor parte de  la sierra de Aracena que ahora ocupan los castaños, y que por sus condiciones climáticas y orográficas constituía sus dominios.
Desde estos puntos de máxima altitud disfrutaremos de unas grandiosas vistas a nuestra izquierda y divisaremos al fondo del valle la pequeña aldea de Aguafría y en le lejanía, encaramada en la montaña, la localidad de Cortegana con su castillo.
Superada la mayor altitud de nuestra ruta el camino atraviesa zonas de pinar y empieza a descender lentamente entre campos de castaños y con el camino, ya ensanchado, flanqueado por muros de piedra.
Llegado un punto en que nuestro camino hace un brusco giro de 90 grados a la izquierda y desde donde vemos una bella panorámica de Castaño del Robledo hemos de tener cuidado de no equivocarnos, ya que justo en este punto parte otro camino de frente, que de tomarlo nos llevaría al camino que va de Castaño a Santa Ana. Pero no, ese camino lo dejaremos para otro día. Nosotros debemos tomar la pronunciada curva a la izquierda en dirección a Jabugo.
El itinerario es descendente en la mayor parte del recorrido que nos queda hasta llegar a la carretera, y el paisaje sigue dominado por castaños, pinos, alcornoques y encinas.




ESPECIES VEGETALES OBSERVABLES

ÁRBOLES
Quercus suber (alcornoque)
Quercus rotundifolia (encina)
Quercus faginea (quejigo)
Castannea sativa (castaño)
Populus nigra (chopo)
Pinus pinaster (pino)
Pinus pinea (pino piñonero)
Olea europea (olivo)

ARBUSTOS Y OTRAS VIVACES
Quercus coccifera (coscoja)
Quercus lusitanica (robledillo)
Pistacia lentiscus (lemtisco)
Pistacia terebinthus (cornicabra)
Phyllirea angustifolia (labiérnago)
Arbutus unedo. (madroño)
Viburnum tinus (durillo)
Chamaespartium tridentatum (carquesa)
Erica arborea (brezo)
Ruscus aculeatus (rusco)
Smilax aspera (zarzaparrilla)
Hedera hélix (hiedra)
Lonicera implexa (madreselva)
Rubus ulmifolius (zarza)
Rubia peregrina
Daphne gnidium (torvisco)
Cistus ladanifer (jara pringosa)
Cistus populifolius (jara de hoja grande)
Cistus salvifolius (jarilla)
Cistus crispus (jarilla)
Cistus monpeliensis (jara)
Asparagus acutifolius (esparraguera)
Ulex eriocladus (aulaga, tojo)
Genista hirsuta (aulaga)
Genista falcata (aulaga)
Cytisus striatus (escobón)
Origanum virens (orégano)
Teucrium fruticans (olivilla)
Lavandula stoechas (alhucema)
Phlomis purpurea (matagallo)
Ruta chalepensis (ruda)
Rhamnus alaternus (aladierno)
Mirtus communis (mirto, arrayán)
Paeonia broteroi (peonia)

HELECHOS
Pteridium aquilinum (helecho)
Asplenium trichomanes.
Ceterach officinarum (doradilla)

ALGUNA AVIFAUNA OBSERVABLE

Dendrocopos major (pico picapinos)
Dendrocopus minor (pico menor)
Picus viridis (pito real)
Oriolus oriolus (oropéndola)
Garrulus glandarius (arrendajo)
Turdus merula (mirlo)
Parus caeruleus (herrerillo)
Parus cristatus (herrerillo capuchino)
Parus major (carbonero)
Erithacus rubecula (petirrojo)
Serinus serinus (verdecillo)
Fringilla coelebs (pinzón común)
Pyrrhula pyrrhula (camachuelo común)
Phoenicurus phoenicurus (colirrojo real)
Phoenicurus ochruros (colirrojo tizón)
Carduelis spinus (lúgano)
Turdus iliacus (zorzal alirrojo)
Turdus philomelos (zorzal común)
Phylloscopus ibericus (mosquitero ibérico)
Pernis apivorus (abejero europeo)
Sitta europea (trepador azul)
Certhia brachydactyla (agateador, gatinorro)
Aegithalos caudatus (mito)
Lanius senator (alcaudón común)

ALGUNOS HONGOS OBSERVABLES
Macrolepiota procera (gallipierno)
Macrolepiota mastoidea
Tricholoma saponaceum
Clitocybe gibba
Clitocybe odora (seta de anís)
Cortinarius sp
Armillaria ostoyae
Russula cianoxantha
Omphalotus olearius (seta del olivo)
Lepista nuda (pie azul)
Boletus edulis (boleto)
Boletus eriotropus
Boletus satanas
Suillus luteus (boleto pringoso)
Entoloma lividum
Lactarius deliciosus (pinatel, níscalo)
Amanita cesarea (tentullo, tana)
Amanita rubescens
Amanita vaginata
Amanita citrina
Amanita faloides
Agaricus sylvestris (champiñón)
Agaricus campestris (josefita)
Fistulina hepatica (hígado de buey)



miércoles, 9 de enero de 2013

Camino de las callejas


 

DESCRIPCIÓN DE LA RUTA

Iniciaremos el recorrido partiendo de la parte más alta de Santa Ana la Real, junto al cementerio y junto a un mirador con amplia panorámica. Este primer tramo discurre por una estrecha carretera hormigonada que va hasta el complejo turístico de “Los Veneros”, adonde por supuesto no tenemos que llegar.
 En cuanto se deja atrás el mirador, a la izquierda, en la ladera del cerro Castillejo, podremos observar los restos de antiguos hornos de cal y  la cantera de la que se extraía la roca caliza para quemarla en los hornos y producir la cal.
Seguiremos por la carreterilla unos 400 metros hasta llegar a una pronunciada curva a la derecha. Justo en esa curva parte un camino a la izquierda indicado como “camino de las cumbres”, subimos una pequeña pendiente dejando un pinar a la derecha. Cuando acaba el pinar el camino de las cumbres gira a la derecha. Nosotros seguiremos unos 100 m de frente entre un campo de viejos castaños, algunos muy deteriorados, a la derecha y una dehesa de alcornoques y encinas con algunos castaños entremezclados a la izquierda. Posteriormente el camino de las callejas desciende a la izquierda.
Lo que hemos hecho hasta el momento no ha sido sino rodear el Cerro Castillejo, desde su ladera este a la oeste..
El camino de descenso nos llevará tras recorrer unos 750 m hasta la intersección con el camino Santa Ana– Alájar. A nuestra derecha podremos observar mientras descendemos dehesas con castaños y alcornoques, ricas en arbustos en algunas partes. A la izquierda la dehesa está desprovista de matorral y suele estar ocupada por cabras pastando, algunas de la raza autóctona blanca serrana.
Cuando lleguemos al camino de Santa Ana a Alájar debemos tomar a la derecha para desviarnos a tan solo unos 15 metros a la izquierda por el camino que baja hasta el “barranco de la Presa”. En este punto podremos ver una indicación de “Camino de las Callejas”. Cogiendo una curva a la derecha y cruzando un pequeño puente de madera nos hallaremos en la Aldea de la Presa. Si nos apetece podemos dar una vuelta por la aldea, que tan solo dispone de una calle. Es curioso observar, aquí y a partir de este punto, el sistema de riego que partiendo del barranco distribuye el agua en verano por las huertas mediante un sistema de canales (regaderas) que son cerradas o abiertas con piedras y trapos para repartir el riego de acuerdo con los turnos establecidos entre los hortelanos.
Llegando a las últimas casas de La Presa, en un ensanchamiento bellamente empedrado, tomaremos un camino a la derecha que discurre entre muros de piedra unos 25 metros. Cuando este camino hormigonado con piedras intercaladas gira a la derecha, nosotros tomaremos el camino de tierra que sale a la izquierda y en el que podemos volver a ver una indicación de “Camino de las Callejas”.
Nuestro camino discurre ahora en ligera cuesta abajo, con muros de piedra a la izquierda y huertas con frutales a la derecha. En todo este tramo llevaremos una regadera a la derecha, que irá repleta de agua si es tiempo y turno de riego. Punto 1.
Poco a poco las huertas van dejando paso a la dehesa  y grandes alcornoques flanquean nuestro camino que sigue serpenteando entre muros de piedra cubiertos de musgo, doradillas y ombligos de Venus en estación húmeda. Punto 2. Algunos pinos empiezan a asomar entre los alcornoques y un poco más adelante atravesaremos un pequeño pinar de Pinus pinaster para poco después iniciar un descenso más acusado hasta llegar a la Rivera de Santa Ana, en la que grandes chopos luchan por la luz abrazados por hiedras que los amordazan. El camino transcurre unos metros paralelo al cauce para después atravesarlo por una pequeña pasarela de madera y unos pasos después llegar a la intersección con el camino que va desde Castaño del Robledo a Riotinto. En este punto tomaremos el camino carretero a la derecha, siguiendo el discurrir de la corriente de la rivera. Si bien este camino atraviesa en dos ocasiones el río por vados que están generalmente cubiertos de agua, existen sendos puentes de madera peatonales. Este tramo es especialmente agradable en primavera, por su frescor y exuberancia, y en otoño, cuando los árboles del bosque en galería se tiñen de tonos dorados. Punto 3.
Cuando lleguemos a un muro con una cancela, donde veremos una indicación de Finca El Molino, debemos tirar a la derecha y subir por un sendero pedregoso y accidentado. Antes de iniciar ese sendero podemos echar un ojo a las ruinas del molino, junto al río. Punto 4. La finca el Molino es dehesa en su mayor parte, aunque en el sector que vamos dejando a la izquierda del sendero podemos observar una gran explanada desprovista de arbolado que suele sembrarse con cereales o maíz. También  podremos ver algunas vides y sobre todo en la derecha del camino, dehesa de encinas y cerdos ibéricos.
El tramo accidentado es corto, no más de 100 metros, y al poco el sendero se ensancha y volvemos a ver las regaderas y algunas albercas. El camino tiene tramos con antiguo empedrado, especialmente en la pendientes con el objeto de evitar la erosión del mismo, y está flanqueado en la mayor parte de este recorrido por los típicos muros de piedra cubiertos de musgo, líquenes y helechos. En esta parte del camino encontraremos zonas de gran frondosidad con quejigos, chopos y enredaderas que los cubren, sobre todo en las proximidades del Barranco de la Presa, que discurre paralelo al camino en ocasiones.
Este tramo, desde la desviación en la cancela de la Finca el Molino hasta Santa Ana la Real, es de aproximadamente 1,5 km, volviendo a pasar al final por las proximidades de La Presa y accediendo a Santa Ana por el extremo opuesto al que iniciamos nuestro recorrido. Lo primero que nos llamará la atención nada más entrar en Santa Ana es la “Fuente de los Tres Caños” con sus antiguos lavaderos anexos a la misma.
Después sólo tenemos que callejear un poco por este típico pueblo serrano de casas encaladas y calles empedradas. La calle por la que hemos accedido se llama Constitución. Debemos seguirla unos metros hasta coger a la izquierda por la calle Antonio Díaz hasta llegar a la plaza. Tirando por detrás de la Iglesia de Santa Ana llegaremos a la calle que tras subir una ligera cuesta nos llevará al punto en el que iniciamos nuestra ruta.
Si es hora de un tentempié, podemos aprovechar el paso por la calle Antonio Díaz para hacer una parada en el Bar Las Cuatro Esquinas, donde podremos degustar una exquisita tapa de oreja de cerdo en salsa.






ESPECIES VEGETALES OBSERVABLES

ARBOLES
Quercus suber (alcornoque)
Quercus rotundifolia (encina)
Quercus faginea (quejigo)
Castannea sativa (castaño)
Fraxinus angustifolia (fresno)
Populus nigra (chopo)
Alnus glutinosa (aliso)
Ulmus minor. (olmo)
Pinus pinaster (pino)
Olea europaea (olivo)
Diospyros kaki (caqui)
Prunus avium (cerezo)

ARBUSTOS Y OTRAS VIVACES
Quercus coccifera (coscoja)
Sambucus ebulus (saúco)
Nerium oleander (adelfa)
Pistacia lentiscus (lemtisco)
Pistacia terebinthus (cornicabra)
Phyllirea angustifolia (labiérnago)
Arbutus unedo. (madroño)
Viburnum tinus (durillo)
Chamaespartium tridentatum (carquesa)
Erica arborea (brezo)
Erica australis (brezo)
Ruscus aculeatus (rusco)
Smilax aspera (zarzaparrilla)
Hedera helix (hiedra)
Lonicera implexa (madreselva)
Rubus ulmifolius (zarza)
Rubia peregrina
Rosa canina (rosal silvestre)
Daphne gnidium (torvisco)
Cistus ladanifer (jara pringosa)
Cistus populifolius (jara de hoja grande)
Cistus albidus (jara blanca)
Cistus salvifolius (jarilla)
Cistus crispus (jarilla)
Cistus monpeliensis (jara)
Asparagus acutifolius (esparraguera)
Ulex eriocladus (aulaga, tojo)
Genista hirsuta (aulaga)
Origanum virens (orégano)
Teucrium fruticans (olivilla)
Lavandula stoechas (alhucema)
Phlomis purpurea (matagallo)
Marrubium vulgare (marrubio)
Ruta chalepensis (Ruda)
Lupinus luteus (altramuz)
Lupinus angustifolius (altramuz azul)
Mirtus communis (mirto, arrayán)
Sanguisorba hybrida (agrimonio bastardo)

HELECHOS
Pteridium aquilinum (helecho)
Asplenium trichomanes.
Ceterach officinarum (doradilla)
Adiantum capillus-veneris (culantrillo)



ALGUNOS HONGOS OBSERVABLES
Macrolepiota procera (galipierno)
Lepista nuda (pie azul)
Boletus edulis (boleto)
Boletus fragans
Boletus satanas
Boletus aereus
Suillus luteus (boleto pringoso)
Entoloma lividum
Lactarius deliciosus (pinatel, níscalo)
Amanita panterina
Amanita cesarea (tentullo, tana)
Amanita rubescens
Amanita citrina
Amanita faloides
Coprinus picaceus
Agaricus sylvestris (champiñón)
Fistulina hepática (Hígado de buey)
Cantarellus cibarius (Chantarela)



AVIFAUNA OBSERVABLE

Dendrocopos major (pico picapinos)
Dendrocopus minor (pico menor)
Garrulus glandarius (arrendajo)
Turdus merula (mirlo)
Parus caeruleus (herrerillo)
Parus cristatus (herrerillo capuchino)
Parus major (carbonero)
Erithacus rubecula (petirrojo)
Serinus serinus (verdecillo)
Fringilla coelebs (pinzón común)
Pyrrhula pyrrhula (camachuelo común)
Phoenicurus phoenicurus (colirrojo real)
Phoenicurus ochruros (colirrojo tizón)
Carduelis spinus (lúgano)
Turdus iliacus (zorzal alirrojo)
Turdus philomelos (zorzal común)
Phylloscopus ibericus (mosquitero ibérico)
Pernis apivorus (abejero europeo)
Sitta europea (trepador azul)
Certhia brachydactyla (agateador, gatinorro)
Aegithalos caudatus (mito)
Motacilla flava (lavandera boyera)
Motacilla cinérea (lavandera cascadeña)
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